Númen mitológico del norte peninsular, con referencias propias de la
diosa Madre Paleolítica. La tradición la relaciona a fenómenos naturales, y
espacios sagrados (manantiales, cuevas, montañas...) Posee poderes de sacerdotisa, y como moiras
griegas o parcas romanas es hilandera del destino. Simbólicamente
la madeja representa la vida que Mari corta, cose o une a su antojo.
Adquiere múltiples formas zoomorfas (toro,
cabra, novillo, buitre...) serpiente o mujer según more bajo o encima de la
tierra y de hoz de fuego cuando precisa moverse por el cielo.
Su nombre varía al recorrer los valles norteños; Anbotoko
Sorgina (Bruja de Anboto), Aketegiko Damea (Dama de Aketegi), Yona Gorri
(Señora Roja), Txindokiko Mari (Mari de Txindoki), Aralarko Damea (Dama de
Aralar), Arrobibeltzeko Andra (Señora de Arrobibeltz), Lezeko Andrea (Señora de
la Caverna) en Ascain…
Sus andanzas forman parte de numerosas
leyendas. Permanece refugiada bajo árboles con formas femeninas. En una cavidad
cercana a la cumbre del monte Amboto, es donde la tradición localiza su morada.
Son
numerosas las narraciones locales donde provoca abundantes cosechas, sequías o
tormentas. Amboto, Aloña, Orozco... En Oyarzun cuentan que forma las
tempestades en Aralar y en Trinidademendi. En Cegama y otros pueblos
guipuzcoanos cuentan que las lanza desde cuevas de Aketegi, o de Murumendi.
Arano, Gorriti, Leiza y otras localidades alavesas y riojanas disponen de
parecidas leyendas.
Preconiza el rapto de muchachas jóvenes, a
las que adiestra en los entresijos del hilado. Tiene consagrados ritos
ancestrales como el de arrojar cantos rodados a grietas, simas, o charcas; o la
colocación de piedras en copas de los árboles.
La serpiente es una de sus simbólicas
representaciones. Muestra fuerzas masculinas celestes contenidas en rayos de
tormenta. Vinculada a las profundidades de la tierra, el reptil idealiza uno de
los principios originarios de la vida.
Los
orígenes de la deidad cuentan como una familia sin descendencia deseaba tener
un hijo, valiéndose de un pacto para conseguirlo. A cambio, una vez cumplidos
los 20 años debían entregarlo a las fuerzas infernales. Dio a luz una niña.
Días antes de que la muchacha cumpliera los veinte años fue encerrada en una
caja de cristal, vigilada día y noche. Pero el día de su cumpleaños el diablo,
rompiendo toda protección, la llevó a la cima del Amboto.
Una leyenda la relaciona a Gaecho,
devorador de pastores y rebaños. Reclamada la ayuda de Mari, ofreció
protección a las morada que colgasen una Eguzkilore (carlina acaulis) en
la puerta de la entrada. Al descubrirla el ser se entretenía recontando las
brácteas inflorescentes. El amanecer terminaba sorprendiéndole sin haber
realizado su tarea.