viernes, 18 de octubre de 2013

MARI

    Númen mitológico del norte peninsular, con referencias propias de la diosa Madre Paleolítica. La tradición la relaciona a fenómenos naturales, y espacios sagrados (manantiales, cuevas, montañas...) Posee poderes de sacerdotisa, y como moiras griegas o parcas romanas es hilandera del destino. Simbólicamente la madeja representa la vida que Mari corta, cose o une a su antojo.

     Adquiere múltiples formas zoomorfas (toro, cabra, novillo, buitre...) serpiente o mujer según more bajo o encima de la tierra y de hoz de fuego cuando precisa moverse por el cielo.




     Su nombre varía al recorrer los valles norteños; Anbotoko Sorgina  (Bruja de Anboto), Aketegiko Damea (Dama de Aketegi), Yona Gorri (Señora Roja), Txindokiko Mari (Mari de Txindoki), Aralarko Damea (Dama de Aralar), Arrobibeltzeko Andra (Señora de Arrobibeltz), Lezeko Andrea (Señora de la Caverna) en Ascain…


        Sus andanzas forman parte de numerosas leyendas. Permanece refugiada bajo árboles con formas femeninas. En una cavidad cercana a la cumbre del monte Amboto, es donde la tradición localiza su morada.


     Son numerosas las narraciones locales donde provoca abundantes cosechas, sequías o tormentas. Amboto, Aloña, Orozco... En Oyarzun cuentan que forma las tempestades en Aralar y en Trinidademendi. En Cegama y otros pueblos guipuzcoanos cuentan que las lanza desde cuevas de Aketegi, o de Murumendi. Arano, Gorriti, Leiza y otras localidades alavesas y riojanas disponen de parecidas leyendas.


    Preconiza el rapto de muchachas jóvenes, a las que adiestra en los entresijos del hilado. Tiene consagrados ritos ancestrales como el de arrojar cantos rodados a grietas, simas, o charcas; o la colocación de piedras en copas de los árboles. 


     La serpiente es una de sus simbólicas representaciones. Muestra fuerzas masculinas celestes contenidas en rayos de tormenta. Vinculada a las profundidades de la tierra, el reptil idealiza uno de los principios originarios de la vida.


       Los orígenes de la deidad cuentan como una familia sin descendencia deseaba tener un hijo, valiéndose de un pacto para conseguirlo. A cambio, una vez cumplidos los 20 años debían entregarlo a las fuerzas infernales. Dio a luz una niña. Días antes de que la muchacha cumpliera los veinte años fue encerrada en una caja de cristal, vigilada día y noche. Pero el día de su cumpleaños el diablo, rompiendo toda protección, la llevó a la cima del Amboto.


    Una leyenda la relaciona a Gaecho, devorador de pastores y rebaños. Reclamada la ayuda de Mari, ofreció protección a las morada que colgasen una Eguzkilore (carlina acaulis) en la puerta de la entrada. Al descubrirla el ser se entretenía recontando las brácteas inflorescentes. El amanecer terminaba sorprendiéndole sin haber realizado su tarea.