lunes, 24 de junio de 2013

LA ERA DE LA DIOSA

   Religiones y dioses nacieron para y por el servicio del hombre, como concesiones de carácter divino, que imponen la ley humana sobre el resto del universo.
         Los primeros ritos surgen en el Paleolítico vinculados a la idea-imagen de la Madre Tierra; creada por la inquietud de sociedades igualitarias preocupadas por conceptos básicos como la vida, la muerte, la fertilidad o la caza. Los grupos cazadores se sienten parte del medio, y no disponen de explicaciones ante los fenómenos y ciclos naturales. Utilizan ritos directos con un ente de carácter femenino. La Madre es el símbolo que todo lo une; todo lo genera. Estamos ante una sociedad igualitaria.



            Con el Neolítico surgen los primeros asentamientos, la tierra comienza a convertirse en el bien riqueza. La diosa cobra forma de serpiente, ave o ciervo. Ahora es la diosa del Grano. Y aparece la figura de la sacerdotisa, capaz de interceder ante lo divino y lo terrenal. El mito de la diosa es explicado por vez primera, surgiendo del caos y creando a partir de ella misma mares, cielos y seres vivos... La diosa adquiere nombre; Annat, Artemis… ¡Responsable de la fecundidad de la tierra!
   El proceso de sacralización continua su rumbo. El humano comienza a imponerse a la natura. Según el Neolítico prospera, aparecen los primeros excedentes. Y con ellos las distinciones sociales. Gobernantes y clases sacerdotales son encargados de la posesión de la tierra, y los siervos de trabajarla. 



La clase sacerdotal administra los excedentes. Crean nuevos dioses autoritarios y absolutistas, ejércitos encargados de proteger ciudades y cosechas, guerreros que arrasen las ciudades vecinas por intereses económicos. El carácter astral, conciliador de la diosa es subyugado al poder de una sociedad que comienza a separarse de la naturaleza. Ritos ancestrales relacionados con la fecundidad son usurpados por nuevos dioses, convertidos en creadores del universo. La diosa serpiente es descrita como ser maléfico, el árbol de la diosa ahora es el árbol de la sabiduría...

Pero los milenarios ritos de fecundidad, vinculados a la naturaleza sagrada continuarán celebrándose, y sus practicantes serán calificados como brujos o hechiceras...

 Miremos hacia atrás… ¡¡Es  difícil encontrar un rito cristiano que no provenga de la transformación de tradiciones profanas, relacionadas con la Diosa Madre!!

martes, 4 de junio de 2013

LA DIOSA TIERRA II


   En el milenio VII a. C: surgen las primeras teorías
sobre la creación de la tierra. “En medio del caos, surge la
diosa, danzando en la propia órbita, y con sus movimientos crea la tierra, los cielos y mares, y por supuesto todos los seres vivos”.


     Esta diosa termina personificada con nombre propio; Annat, Innana, Astarté, Ishtar, Asherah, Rhea… Según van
asentándose los principios agrarios y comerciales la gran
diosa evoluciona hacia la Diosa del Grano, la Señora de los
Mares; protectora de tierras, cosechas, familia y
marineros. Cuentan las concepciones de esta etapa como la
Diosa prima por encima de todas las cosas, como queda
encinta, y tiene un hijo, que con el tiempo terminará convirtiéndose en su amante y consorte. El mismo que
cada invierno debe morir para resucitar en un rito
iniciático a la siguiente primavera, pues este acto provoca
la fertilidad de las tierras, bajo el beneplácito de la
Madre Tierra.  







        Pero las condiciones sociales continúan cambiando.
Ante la construcción de asentamientos que guardan
excedentes para las épocas duras, la necesidad de
proteger los campos arados de tan arduo trabajo no
queda otra que rodear todos los asentamientos de
murallas, además de construirlos en lugares elevados
desde donde se controle toda la perspectiva de la vega.
Nacen las urbes, de edificios cuadrados, fáciles de
defender y añadiduras de nuevas estancias. Surge un status, la especialización… la comunidad ya no trabaja codo a codo.
Unos pocos son los encargados de controlar y vigilar la
cosecha, el resto a producirla en cantidades cada vez más rentables ante las necesidades crecientes de una
población que no cesa de aumentar. La mujer, encargada
hasta este momento de la recolección, del conocimiento
de la tierra, del trabajo conjuntamente con el hombre
queda relegada socialmente a tareas del hogar. El clero,
el sacerdocio asume por orden divina el poder económico y
de la tierra. Ese hijo consorte termina desbancando a su
madre Diosa. Los nuevos estamentos sociales así lo
determinan, aparece la sociedad donde imperan las
clases sociales; la competitividad y por supuesto las
guerras motivadas para defender los excedentes propios
 o apoderarse de los ajenos. La diosa terminará degradada,
como todos sus símbolos. Vencida por dioses
secundarios, sanguinarios, rencorosos e impiadosos.
Sus ritos señalados como profanos, o robados por
las nuevas concepciones; sus seguidores señalados
como hechiceros o brujas…







LA DIOSA TIERRA


    La simbología de la gran diosa surge en el Paleolítico como concepto social religioso que permita explicar los designios de
 la naturaleza desde perspectivas antropomorfas. Las necesidades de estas comunidades cazadoras son básicas;
caza, protección, fertilidad, buenas condiciones climáticas
que auguren una recolección propicia… la relación que
establecen con el medio es de tú a tú, en igualdad de
condiciones, a sabiendas de que cualquier designio del medio puede dar al traste con la supervivencia. El hombre comienza
a establecer ciclos por medio de las estaciones, la posición del sol, o las fases lunares. Y termina dándose cuenta de que es
un elemento más en medio de una natura cambiante, dura; en ocasiones insospechada.


    Crea la imagen de la diosa Madre Tierra. Una figura
 de atributos femeninos como corresponde a una
sociedad igualitaria; tal vez matrilineal, donde lo físico
permanece unido a lo espiritual, lo inmaterial. La diosa
como la tierra rige los acontecimientos más
trascendentes; la fecundidad, la caza, el misterio de la
muerte… Se le rinde tributo, en ocasiones ocupa el
emplazamiento principal de santuarios, en otras
ocasiones es desperazada, amputada la cabeza y
enterrada en ritos… Se la representa con formas
corpulentas, anchas caderas, senos abultados, pubis
marcados… Toda su imagen delata su estado de embarazo… Los detalles del rostro, las extremidades son omitidas o caricaturizadas. No importa el rostro de la diosa, lo verdaderamente trascendente es su carácter. En este
contexto no aparece ninguna otra representación de
deidad alguna. Ella en si misma es el principio creativo, su temperamento domina las tormentas, la vida y la muerte.


      A finales del Paleolítico aparece asociada a otros signos
que esquematizan su presencia; vulvas, cruces, meandros, triángulos… Su imagen, grávida continúa predominando en estatuillas elaboradas en piedra, marfil o hueso, ahora combinadas con las primeras terracotas. El concepto
comunitario genera un pequeño avance, terminan por
producirse los primeros asentamientos; las primeras domesticaciones de plantas y animales; y con ellos surgen
nuevas dudas, resueltas con nuevos planteamientos. La
diosa es relacionada con la serpiente, con el árbol sagrado,
con el ave. Las condiciones climáticas terminan
suavizándose, produciéndose incluso sequías. El ave es
indicador con sus migraciones del proceso de mejora del
tiempo, del regreso de la vida, o de la llegada del invierno
cuando emprende el camino de regreso hacia el sur. La
serpiente por su muda de piel, por desaparecer durante el invierno bajo la tierra tiene el carácter de la diosa.