En el milenio VII a. C: surgen las primeras
teorías
sobre la creación de la tierra. “En medio del caos, surge la
diosa,
danzando en la propia órbita, y con sus movimientos crea la tierra, los cielos
y mares, y por supuesto todos los seres vivos”.
Esta diosa termina personificada con
nombre propio; Annat, Innana, Astarté, Ishtar, Asherah, Rhea… Según van
asentándose los
principios agrarios y comerciales la gran
diosa evoluciona hacia la Diosa del
Grano, la Señora de los
Mares; protectora de tierras, cosechas, familia y
marineros. Cuentan las concepciones de esta etapa como la
Diosa prima por
encima de todas las cosas, como queda
encinta, y tiene un hijo, que con el
tiempo terminará convirtiéndose en su amante y consorte. El mismo que
cada
invierno debe morir para resucitar en un rito
iniciático a la siguiente
primavera, pues este acto provoca
la fertilidad de las tierras, bajo el
beneplácito de la
Madre Tierra.
Pero las condiciones sociales continúan
cambiando.
Ante la construcción de asentamientos que guardan
excedentes para
las épocas duras, la necesidad de
proteger los campos arados de tan arduo
trabajo no
queda otra que rodear todos los asentamientos de
murallas, además de
construirlos en lugares elevados
desde donde se controle toda la perspectiva de
la vega.
Nacen las urbes, de edificios cuadrados, fáciles de
defender y
añadiduras de nuevas estancias. Surge un status, la especialización… la
comunidad ya no trabaja codo a codo.
Unos pocos son los encargados de controlar
y vigilar la
cosecha, el resto a producirla en cantidades cada vez más
rentables ante las necesidades crecientes de una
población que no cesa de
aumentar. La mujer, encargada
hasta este momento de la recolección, del
conocimiento
de la tierra, del trabajo conjuntamente con el hombre
queda
relegada socialmente a tareas del hogar. El clero,
el sacerdocio asume por
orden divina el poder económico y
de la tierra. Ese hijo consorte termina
desbancando a su
madre Diosa. Los nuevos estamentos sociales así lo
determinan,
aparece la sociedad donde imperan las
clases sociales; la competitividad y por
supuesto las
guerras motivadas para defender los excedentes propios
o
apoderarse de los ajenos. La diosa terminará degradada,
como todos sus
símbolos. Vencida por dioses
secundarios, sanguinarios, rencorosos e
impiadosos.
Sus ritos señalados como profanos, o robados por
las nuevas
concepciones; sus seguidores señalados
como hechiceros o brujas…
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