En el paleolítico; conceptos, signos y
símbolos vinculados a la fecundidad y lo femenino crearon los principios de la primera
deidad.
Marija Gimbutas El
lenguaje de la Diosa
Cuevas, grietas, galerías estrechas, fisuras
ovales… Las entrañas de la piedra eran el camino hacia el útero de la Madre
Tierra.
El hombre siguió evocando en sus
construcciones más importantes esas referencias a la Gran diosa; ya en periodos
productores; Cavernas, tumbas neolíticas con forma ovalada, enterramientos en pithoi
(cadáver en posición fetal, dentro de una
vasija oval) las tumbas-horno…
representan el útero materno, los caminos hacia la Madre Tierra. El interior de
los templos de Malta expresan similitudes formales con la Diosa que albergaban.
El
simbolismo de la Diosa terminará convertido en signos con propiedades mágicas,
que incluso ahora seguimos empleando.
Al principio
del neolítico la imagen adquiere formas generosas, evidenciando posturas y
evidencias de parto que inciden en la fecundidad.
La diosa Primogénita evolucionará a partir del
III milenio a.C. a nuevas concepciones, como la Guardiana del Grano, la Madre
Tierra o la Madre de los Muertos.
En esta etapa refuerza su relación con el
agua; la lluvia, las crecidas de los ríos... La lluvia favorece los brotes, la
sequía trae la muerte. Animales y humanos nacen en el interior de bolsas
acuosas...
Las
explicaciones de las culturas neolíticas describen un universo de aguas
primogénitas, donde emerge el mundo. La Diosa, como ave acuática o serpiente
incuba el «huevo del mundo». Las principales sociedades agrarias emergen al
amparo de ríos caudalosos; Nilo, Tigris, Eufrates, Danubio, Indo… El agua, actúa
como referente de concepción en toda religión. El bautismo es la regeneración y
renacimiento, la pila bautismal el “útero de María”, y las advocaciones de
María rescatan el simbolismo primordial de la cultura Paleolítica, fuentes o corrientes
de agua son el lugar donde suelen producirse las apariciones...
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